El verso encontrado
Fernando Gómez de la Cuesta
Apenas es un detalle, un pequeño fragmento, un enigma diario, una belleza oculta, algo que mantiene su presencia pudiendo pasar inadvertido. No todo el mundo es capaz de percibirlo, muchos de nosotros sólo lo vemos cuando alguien lo señala, nos lo enseña, nos dice expresamente que miremos. Otros, ni siquiera eso. El desvelamiento de lo extraordinario en lo ordinario es un mecanismo complejo por su propia proximidad, no es tan sencillo encontrar la estética inquietante de lo cotidiano, la singularidad de lo que tenemos justo al lado. No se trata de distancia, es evidente. En realidad se trata de poseer una sensibilidad especial para localizar el elemento, la perspectiva, el encuadre, el hallazgo material y espiritual de aquello mínimo pero trascendental. Lo más difícil de ver, casi siempre, es lo que tenemos delante.
Josep Tornero construye su relato, sus relatos, a través del encuentro íntimo de todos esos versos que su fina sensibilidad va detectando. Versos libres, versos sueltos, versos expatriados, radicalizados, reinterpretados, manipulados, intervenidos, localizados y deslocalizados. Otra manera de hacer poesía, una forma muy contemporánea de crear a partir del acervo insondable de todo aquello que nos rodea. “El verso encontrado”, su propuesta para la Galería Shiras dentro del programa expositivo de Abierto Valencia, es fruto de un contexto marcado, de una época de crisis devastadora y absoluta, de un momento violento y destructivo. Sin embargo, para el buscador de fragmentos, no hay situación más estimulante y turbadora que aquella en la que todo se rompe, que aquella en la que cualquier cosa puede hacerse añicos.
El hogar ha vuelto a ser refugio frente a esos enemigos invisibles de una guerra que no sabemos cómo vencer, también vuelve a ser el escenario de esos dramas que, primero, tomaron las calles, y luego, la virtualidad de las redes. Ahora parece que todo retorna a casa. Es precisamente desde ese lugar en el que buscamos la seguridad, en el que depositamos nuestra intimidad y conservamos lo que amamos, desde donde Tornero inicia este proyecto, una investigación pausada, incansable y reflexiva de esos fragmentos de lo cotidiano que son la semilla de una nueva historia. Inquietudes y extrañezas que nos abordan, que nos obsesionan y que aquí van tomando la forma, mediante la pintura, de algo concreto, de algo que existe, de algo que es.
Dice Tornero que estas obras le sirven para dispersar el desasosiego y la ansiedad, que son unas piezas que fluctúan entre la vibración, la explosión y la discreción, como ese aliento que la palabra no alcanza. Oscuras, tentadoras, enigmáticas, “El verso encontrado” se ubica allí donde lo bello y lo siniestro tienen su punto de colisión y de contagio, donde Eugenio Trías sitúa la magia, el misterio, la fascinación, la sugestión y el arrebato, donde la estética alcanza una expresión sublime gracias a lo fantasmagórico y a lo cotidiano, a la carne y al espíritu, un lugar que, en nuestra memoria, remite a latencias y posibilidades, un espacio donde buscar esas conexiones visuales necesarias para construir su propio tablero de símbolos, sus propias narraciones abiertas de inagotables lecturas, sus relatos reversibles e interpretables.
Pero esta enciclopedia insondable de imágenes de Tornero, de versos encontrados que trae causa del Mnemosyne de Aby Warburg o del Atlas de Richter, no solo se nutre de lo habitual y de lo ordinario, sino también del arte y de la creación precedente, concretamente de aquella sometida a un punto de quiebra, a un momento de máxima tensión que termina provocando su fractura. L’arte ferita genera inquietud por la violencia que resume, por el desasosiego que produce ese trozo incompleto, por la incertidumbre de saber cómo se produjo aquel fragmento. Esculturas clásicas hechas pedazos por la brutalidad de la guerra, del atentado, del accidente, del desastre natural, de la ira, piezas devastadas, bombardeadas, saboteadas, desde el poder, desde el contrapoder, desde la voluntad o la casualidad.
Sin embargo, esta destrucción de obras de arte, no es más que la expresión de la propia importancia de las mismas, de lo que significa su presencia y su ausencia, de lo que lleva implícita su revisión, su reinterpretación, su reencuadre. Tornero inicia su camino desde un Hermes poderoso y descuartizado de Antonio Canova, vigoroso incluso en su desmembramiento, una escultura que deja en evidencia que las partes poseen muchas de las características que definían al todo antes de perder su integridad, que explica perfectamente la autotomía animal del arte, esa cualidad que tienen algunos seres -y algunas obras- de desprenderse de los elementos que los componen para protegerse del peligro, para regenerarse, para confundir o alimentar al depredador.
Una bella e inquietante metáfora que explica la sugerente diáspora de todos esos versos perdidos y en ocasiones hallados, intervenidos, recreados y vueltos a contextualizar. Unos versos, unas imágenes, que componen ese atlas infinito y maravilloso que son los proyectos de Tornero, un tablero visual dispuesto en forma de mosaico contemporáneo donde la gran Historia del Arte se encuentra con lo cotidiano, con lo (extra)ordinario, con lo usual. Escribía Julio Cortázar que una narración es significativa cuando quiebra sus propios límites con una explosión de energía espiritual que ilumina bruscamente algo que va mucho más allá de la pequeña y, a veces, miserable anécdota que cuenta, una apertura, un estallido, que nos abre a una realidad mucho más amplia.
Eso es precisamente lo que hace Josep Tornero, construir una nueva experiencia desde lo insignificante en apariencia, conectando la realidad con la emoción, dotando a las imágenes de una categoría que transita entre lo íntimo y lo público, lo objetivo y lo subjetivo, la memoria y la historia, la descripción y la fabulación, afanándose por recorrer todos los rincones de aquello que le rodea, de su estudio, de su casa, del arte, de la vida, buscando y en ocasiones encontrando la belleza, el misterio, la ciencia, el enigma, la inquietud, la magia, hallando el último verso suelto que dejó el poeta, aquel que, sin duda, dará forma a una nueva pintura.
*Texto del catálogo «El verso encontrado» de Josep Tornero para la Shiras Galería de Valencia. Septiembre de 2020.