Stanza vuota. Sobre cuerpo y memoria
Miguel Borrego
Cuando Josep Tornero me invitó a escribir este texto, respondí que era un placer. Sabía que no era cierto, que lo único que me producía era incertidumbre, desasosiego.
Intuía que ningún placer iba a obtener al intentar hurgar, acotar, averiguar o definir estas pinturas. Tal vez algo me dice que resolver enigmas es como permanecer desnudo en la nieve, en un interminable frío invierno.
Esta incerteza me llevó a rastrear el estado de esta habitación vacía, en otras voces, y recordé una lectura reciente. Un pequeño ensayo de Matti Megged, donde el autor establece cierto paralelismo entre la visión escultórica de Alberto Giacometti y el teatro existencialista de Samuel Beckett. Conexión que según Megged, fue más allá de la colaboración que ambos llevaron a cabo para el estreno en París de Esperando a Godoten 1952.
Observo las imágenes que tengo de los últimos cuadros de Tornero y pienso en el texto de Megged 1 , y como él, en los héroes de Beckett, que sólo conocen su forma de existencia desde dentro, desde el círculo cerrado de su situación. Actores de un monólogo en el vacío.
Miro otra vez estas pinturas y no puedo dejar de pensar en algo que leí, y no recuerdo dónde: “La negación consciente del mundo, no cura el dolor”.
Al tiempo que busco y releo en otros diálogos de Megged: “La única existencia posible para el arte es ser testigo activo y expresión de la tensión constante de la ambigüedad y la imposibilidad”.
No está mal para esta noche desangelada y fría de crudo invierno, donde llueve sin parar. Busco otra vez en Megged y anoto: “[…] existe un puente que une arte y realidad, también en el vacío que existe entre ambos”.
Mejor.
También creo que debería escribir algo menos fragmentado, tal vez del orden que resulta del carácter formal de cada imagen, y su posible relación con el espectador; y con el espacio donde es presentado, pero escribo aquellos versos de Roberto Juarroz que decían: “A veces parece que estamos en el centro de la fiesta. Sin embargo en el centro de la fiesta no hay nadie. En el centro de la fiesta está el vacío, pero en el centro del vacío hay otra fiesta”.
Después de esto, poco más que añadir a este comentario, donde parece inevitable terminar con otra cita, con los versos de Coros de la piedra de T. S. Elliot.
Intuía que ningún placer iba a obtener al intentar hurgar, acotar, averiguar o definir estas pinturas. Tal vez algo me dice que resolver enigmas es como permanecer desnudo en la nieve, en un interminable frío invierno.
Esta incerteza me llevó a rastrear el estado de esta habitación vacía, en otras voces, y recordé una lectura reciente. Un pequeño ensayo de Matti Megged, donde el autor establece cierto paralelismo entre la visión escultórica de Alberto Giacometti y el teatro existencialista de Samuel Beckett. Conexión que según Megged, fue más allá de la colaboración que ambos llevaron a cabo para el estreno en París de Esperando a Godoten 1952.
Observo las imágenes que tengo de los últimos cuadros de Tornero y pienso en el texto de Megged 1 , y como él, en los héroes de Beckett, que sólo conocen su forma de existencia desde dentro, desde el círculo cerrado de su situación. Actores de un monólogo en el vacío.
Miro otra vez estas pinturas y no puedo dejar de pensar en algo que leí, y no recuerdo dónde: “La negación consciente del mundo, no cura el dolor”.
Al tiempo que busco y releo en otros diálogos de Megged: “La única existencia posible para el arte es ser testigo activo y expresión de la tensión constante de la ambigüedad y la imposibilidad”.
No está mal para esta noche desangelada y fría de crudo invierno, donde llueve sin parar. Busco otra vez en Megged y anoto: “[…] existe un puente que une arte y realidad, también en el vacío que existe entre ambos”.
Mejor.
También creo que debería escribir algo menos fragmentado, tal vez del orden que resulta del carácter formal de cada imagen, y su posible relación con el espectador; y con el espacio donde es presentado, pero escribo aquellos versos de Roberto Juarroz que decían: “A veces parece que estamos en el centro de la fiesta. Sin embargo en el centro de la fiesta no hay nadie. En el centro de la fiesta está el vacío, pero en el centro del vacío hay otra fiesta”.
Después de esto, poco más que añadir a este comentario, donde parece inevitable terminar con otra cita, con los versos de Coros de la piedra de T. S. Elliot.
¿Dónde está la vida que hemos perdido viviendo?
¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento?
¿Dónde está el conocimiento que hemos perdido en información? 2
¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento?
¿Dónde está el conocimiento que hemos perdido en información? 2
Aunque tampoco concluyan nada sobre esa escuela de la mirada que debe ser el Arte, y lo único que nos deja es una sucesión de demoledoras preguntas. Un interrogante que sólo nos habla de nuestra irremediable condición, tan extraña como permanecer desnudo en la nieve pintada de un frío y desolado invierno.
1. Megged, Matti: Diálogo en el vacío y otros escritos. Madrid, Machado Libros, 2009.
2. T.S. Elliot: Poesías reunidas 1909/1962. Madrid, Alianza Tres. 1981
Miguel Borrego, febrero de 2010